PRÓLOGO
El libro que tienes
entre las manos, amigo lector, es la tercera novela de Antonio García
Orejana. En cada una de las tres incursiones que ha realizado el autor
en el mundo de la literatura ha explorado distintas fórmulas
literarias: epistolar, la primera (Cartas del Sáhara) y caleidoscópica,
la segunda (Nosotros). Esta tercera novela, Tetas: la fuente de la
vida, es más difícil de definir en una palabra, pues presenta bastante
complejidad narrativa.
El título de la novela es atrayente y llama la
atención del posible lector. No se nos escapa que los pechos de la
mujer tienen sugerencias eróticas para el autor, pues el erotismo, que
es un componente de la vida y generador de la misma, está muy presente
en la novela. Pero hay también otro plano superior, simbólico. Las
tetas del título se presentan como alimento, como fuente de vida. Como
símbolo de unas mujeres que entregándose como alimento han puesto su
vida a disposición de la sociedad y de la historia. Observando los
pechos de las mujeres, el autor descubre historias... Y las hace
nuestras. Esas tetas funcionan también como una sinécdoque, pues una
parte del cuerpo femenino se convierte en símbolo del colectivo de las
mujeres.
En cuanto a la técnica narrativa, aunque la mayor
parte de la novela está escrita en tercera persona, no es la típica
novela escrita de forma omnisciente en que el autor parece que sabe
todo de los personajes y los mira desde arriba en actitud de dominio.
La narración da comienzo con un autor que se introduce en la novela a
través de la primera persona narrativa (a veces, incluso en segunda
persona o en primera de plural, para involucrar al lector) y que
contempla la realidad tratando de que esta le descubra sus secretos a
través de la transparencia de las tetas de varias mujeres, a las que
observa en una playa.
El autor, en esas secuencias iniciales, se sitúa en
el mismo plano que las mujeres-personaje a las que contempla. Expresa
también, con interrogaciones retóricas, sus titubeos ante ellas. Parece
inquirir a esas mujeres sobre los secretos que se esconden en cada una
de ellas. Posteriormente, inicia la narración omnisciente y nos
introduce en un segundo nivel narrativo en el que aparece un personaje
que se convierte en segundo narrador, alguien llamado el Escritor.
Podemos hablar, pues, de un juego metaliterario, pues hay una narración
dentro de otra narración.
Este segundo narrador, que es a la vez un personaje
que no tiene nombre propio, adopta dos papeles en la novela. El del
escritor-narrador que va contando las distintas historias que aparecen
en la novela, y el del escritor-personaje que vive también su propia
historia: una historia dramática. La narración que hace el Escritor,
tampoco se puede decir que tenga una forma plenamente omnisciente, a
pesar de que suele estar realizada en tercera persona, pues este
narrador se introduce en la novela: indaga sobre sus personajes, y se
encuentra y dialoga con algunos de ellos. Cuando se transforma en
escritor-personaje, es uno más, está presente entre ellos con sus
inquietudes, sus amores, sus sufrimientos... Para cobrar una vida más
real mezcla el uso de las personas gramaticales. La narración en
segunda persona o, a veces, en primera, le sirven para expresar mejor
los momentos de duda o de reflexión de los personajes.
La novela es una suma de varias historias de mujeres
que tienen como hilo conductor el papel del personaje llamado el
Escritor y de una presencia femenina, la Musa, que comienza siendo un
personaje virtual, que simplemente inspira y corrige al Escritor, pero
que luego va adquiriendo más protagonismo hasta el punto de convertirse
en coautora y escribir capítulos propios, que el Escritor, fiel a sus
principios, decide visibilizar mediante la utilización de otro tipo de
letra. Su historia adopta un importante papel en el conjunto de la
novela. Ella misma va a ser la protagonista de una historia más, una
historia impactante, que a la vez vertebra y da unidad a las otras. Y
cuando desaparece físicamente, su voz se hace presente y cobra vida
dentro del Escritor. En cierta medida, nos recuerda el realismo mágico
de la novela hispanoamericana.
La Musa, a diferencia del resto de mujeres de la
novela, es la mujer sin nombre. La mujer que inspira, en lo literario,
y la mujer que enamora, en lo personal. Y la mujer que simboliza a
otras muchas. Pero, poco a poco, esta mujer recorre un camino trágico
hacia el realismo, pierde su nombre etéreo de Musa y se convierte en
Changola. Nombre familiar, de base real, pero que sigue manteniendo un
cierto valor simbólico, porque, como dice en la obra una agente de la
Guardia Civil, “Changola somos todos”.
Juntos, Musa y Escritor, son como ese Quijote-Sancho
que funden sus personalidades. Incluso al final la Musa, la
inspiradora, ya no es alguien externo al escritor, porque vive en el
interior de su persona. Dos personajes: una persona. Y esa fusión de
ambos es un trasunto del autor de la novela.
Tetas es una novela protagonizada por mujeres. Por
mujeres luchadoras y que se mueven en un mundo de perdedores. Mujeres
que viven y sufren en la guerra civil española, en la posguerra, en la
transición democrática y en una época más actual. Conocen la
incomprensión, la pobreza, la injusticia, el dolor moral, las
agresiones físicas... La Flory, la Tocha, Alba... son personajes llenos
de verdad que enamoran al lector. Con ellos recorremos la vida de la
gente humilde que lucha por sobrevivir y la de aquellos que luchan para
que otros sobrevivan. La
narración sigue un avance lineal, pero en algunas ocasiones se usa el
flashback, para presentarnos de manera viva algo que ya solo existe en
la memoria de un personaje. Esta técnica, con la que el autor consigue
ir cerrando pequeños círculos narrativos, está usada con maestría en la
novela. En alguna ocasión también nos anticipa el presente. Con ello
consigue variedad narrativa, mantener la atención del lector y
despertar su interés. Introduce también la reproducción de algunos
documentos para incrementar el realismo y algunos textos en verso, otra
de las expresiones literarias del autor, que ponen el contrapunto
lírico a la narración.
El estilo se ha vuelto también más complejo que en
sus obras anteriores. Es una novela muy rica en adjetivación y en la
abundancia y variedad de imágenes. Sobre todo, en las imágenes que
sugieren sensaciones corporales. Dentro de ellas, la descripción de
momentos eróticos está muy presente en la novela. Aparecen dos niveles
léxicos y sintácticos diferenciados. Uno más literario, más complejo,
que se corresponde con la narración o la descripción y otro, coloquial,
usado en los diálogos, que aporta más realismo a los personajes.
La novela tiene algo de cervantina y algo de
unamuniana, aunque en el fondo es lo mismo, porque Unamuno bebió de
Cervantes. Autor y Escritor, al buscar a los personajes, nos introducen
a los lectores en el proceso de esa búsqueda. Y cuando los encuentran,
nos relatan las dificultades para aprehenderlos, para conocerlos, para
“dominarlos”. Parece que el Escritor no crea personajes “cerrados”,
sino que los va modelando siguiendo las indicaciones de la Musa o lo
que la realidad le impone. En el caso de la Tocha incluso está presente
una cierta rebeldía del personaje contra el autor, por su mirada
desafiante (al principio de la novela) y contra el Escritor, ya que le
recrimina por su forma de presentarla. Es como si este personaje viera
al narrador desde arriba, de forma distinta al narrador omnisciente
habitual, que presenta la actitud contraria. Nos recuerda a Cervantes
haciendo pesquisas sobre sus personajes o mostrando sus dudas
narrativas y a don Quijote que decide a veces contradecir a su creador.
Algo similar a lo que hace también el protagonista de Niebla de Unamuno.
La novela es también un buen ejemplo del concepto de la intrahistoria
unamuniano. La vida sencilla de las personas que han hecho la historia
y no aparecen reflejadas en las crónicas de los historiadores. Y si hay
un colectivo silencioso y silenciado por la historia, ese es el
colectivo de las mujeres, que han sufrido como esposas, amantes,
hijas... y, sobre todo, como madres. Y también como trabajadoras.
A lo largo de sus páginas, en las historias que se
cuentan, y en las andanzas y vivencias de los personajes, se reflejan
de forma nítida y crítica dos de los temas que siempre han inquietado
al autor: la lucha por la igualdad social y la erradicación de la
violencia de género. Consigue involucrar a los lectores en su propia
lucha.
Es esta, pues, una novela que nos entretiene, que
remueve nuestra conciencia, que nos hace reflexionar, que nos hace
identificarnos con los personajes: vivir con ellos sus penurias, sus
esperanzas, sus amores, sus luchas... Es una novela que mezcla y funde
el intimismo con lo social, lo realista con lo mágico, lo inventado con
lo histórico, el estilo depurado con el coloquial, el entretenimiento
con la crítica... En fin, una novela que no dejará indiferente a ningún
lector.
Margarita Álvarez
Madrid,
febrero de 2018