La Flory
- La historia de la Flory me ha gustado pero... Tienes que mejorarla mucho. Me parece muy interesante, pero creo que le falta chispa, le falta algo que emocione, que invite al llanto. Está historia es dramática y no he notado ese dramatismo al leerla. No lo he vivido. No quiero ser dura contigo, pero creo que debes escribirla de nuevo.
- No te preocupes. Quiero que seas dura. Cuanto más dura mejor, si te he elegido como musa es para eso, para que me ayudes, pero al mismo tiempo para que seas mi lectora más exigente.
- Pues lo has conseguido. Porque te voy a ayudar, ya lo tengo totalmente claro, confío en ti plenamente, me has convencido. Cumples todas mis GARANTÍAS. Aunque sea dura, lo bueno de estos primeros capítulos ha sido que me han disipado todas las dudas. Sé que tienes una gran historia en tu mente y sé que yo puedo serte útil.
- Gracias. Me das moral.
- No es moral lo que necesitas. Lo que necesitas es paciencia. Se nota que has ido apresurado. Has querido pasarme muy pronto el primer capítulo y no lo has disfrutado lo suficiente.
- ¿Disfrutarlo yo?
- Sí, tú tienes que ser el primero en disfrutarlo. Si tú no gozas al escribirlo nadie lo hará al leerlo.
- No había caído.
- Pues ya es hora. Tú tienes un don especial: el de ver a través de los pechos. Pero tienes que recrearte más en lo que ves. No debes tener vergüenza.
- No la tengo.
- Al leerlo parece que la tienes y tú tienes que demostrar seguridad. Tú eres el dueño de tus personajes y al mismo tiempo tus personajes confían ciegamente en ti. Eso tiene que llevarte a dejarles respirar. A darles pausas.
- A lo mejor tienes razón, quiero ir demasiado deprisa y los agobio.
- Exacto. Al darles tiempo descubrirás sus sentimientos. Ahí es donde debes profundizar. Te metes en demasiados vericuetos, quieres abarcar mucho y abandonas lo fundamental.
- Tengo ganas de sacarme sus historias de la cabeza.
- Sí, pero también tienes tiempo. Sus historias están en tu cabeza pero dispones de todo el tiempo que necesites para contarlas. Nadie te mete prisa.
- Ahora sí te has puesto dura. Voy a rehacerlo todo.
- Tampoco es eso. Me parece bien como empiezas y como das saltos en el tiempo, pero también debes tener cuidado. No debes ir y venir constantemente hacia adelante y hacia atrás. Debes marcar bien los saltos. Yo creo que tienes tres muy detallados: la relación con la tía, con el tío y el desahogo final.
- ¡Pues lo estás arreglando!
- Es para esto, para lo que me pagas, ¿no?
- Eso de pagar no entraba en las normas.
- Perdón. Ya no me meto más contigo.
- No te has metido. Es broma. Sabes que es eso lo que deseo.
- Pues te repito: tú tienes que centrarte en los sentimientos. Quita todo lo que hace referencia al contexto, al entorno físico del pueblo. De eso me puedo encargar yo, es un trabajo de investigación, de recopilación de datos: de utilización y aprovechamiento de las nuevas tecnologías. Yo te iré aportando todos esos datos.
- Bien, de acuerdo, ¡a trabajar!
- Entonces te aconsejo que lo imprimas, lo vayas leyendo en voz alta y lo vuelvas a escribir. Cuando lo tengas me lo pasas.
- Podemos hacerlo a la vez. ¡Como tenemos todo el tiempo del mundo! Yo te paso párrafos y tú me respondes con tus aportaciones.
- Sí, pero tú céntrate en lo tuyo. Si consigues que se te salten las lágrimas entonces habrás llegado a su alma.
- Bien, ya nos vamos entendiendo. A partir de ahora lo que escriba será definitivo.
- ¿Por qué dices eso?
- Porque en los capítulos anteriores he tenido que modificar con otro tipo de letra tus correcciones.
- Pero, ¿tú eres tonto? Eso no se hace. El escritor tiene poder absoluto, el lector lo sabe y las correcciones que yo te hago son anecdóticas y el lector entiende que se corrigen automáticamente.
- Puede ser. Pero yo, en todo caso, quiero dar a cada uno lo suyo. Lo tuyo es muy importante, de hecho has sido definitiva en el arranque de esta historia. Yo estaba perdido y gracias a tus orientaciones he encontrado el hilo, me he centrado. Ahora todo está ordenado en mi mente. Además has educado a mis personajes y todos me respetan, saben esperar su turno. Todo eso es importante y el lector lo tiene que saber.
- Ya, pero nosotros somos un todo. Tú lo tienes que entender así. Y olvídate del lector: él ya lo sabe. Asique unifica el tipo de letra.
- No. Aunque seamos un todo cada uno hace su trabajo y el lector lo tiene que saber. Asique no voy a cambiar nada, y además, a partir de ahora seguiré utilizando ese tipo de letra para tus aportaciones. Tú tendrás tu propia personalidad.
- Eres tozudo, ¿eh?
- Quiero ser justo.
- Vale, tampoco voy a molestarme por algo que me halaga.
Pues vale, de acuerdo, de momento nos ponemos a trabajar sobre La niña