Algún día
La joven pareja enamorada ha alquilado un apartamento en un rincón de una playa gallega. Es un pueblo pequeño del municipio de Sangenjo, pero muy próximo a la zona turística de La Lanzada. Pasarán allí quince días. La hija se lo ha dicho al padre. No le ha pedido permiso, le ha informado:
Y el padre, con mucha naturalidad, se ha autoinvitado:
El apartamento es reducido. Una habitación de matrimonio decorada
con gusto, un cuarto de baño sencillo, la cocina americana y el salón.
La joven pareja ha tenido la deferencia de dejar a los padres la cama
matrimonial y ellos se han hecho un nidito en el salón. Los padres han
aceptado, porque solo van a estar dos noches y porque se han imaginado
el uso que de esa habitación y de esa cama habrían hecho en los días
anteriores y porque además les quedará otra semana para disfrutarla
ellos solitos.
A pesar de estar en Galicia, la mañana ha sido
soleada y las dos parejas han gozado de la playa. Han comido en un
restaurante del pueblo, un poco escondido, y han saboreado un delicioso
postre. La cocinera se ha negado a desvelar el secreto de su receta. No
obstante, la madre intentará en el futuro reproducir el dulce. Para
ello someterá a su paladar a un riguroso examen. Saboreará los
ingredientes de los que parece estar compuesto y calculará las
proporciones. Todo quedará en su memoria.
Ya en el apartamento los anfitriones preparan café e infusiones y los
huéspedes ponen la mesa. El padre, además, busca una baraja para
compatibilizar la degustación de las infusiones con el juego. En una
esquina de la mesa ha dejado el periódico del día. Sus ojos se dirigen
alternativamente a la portada del mismo y a la cara de cada uno de los
jóvenes enamorados. En la portada del periódico se lee: “Soldado
español muerto en Afganistán”.
Algún día la hija crecerá. El soldado se hará mayor, pensará, dejará
de ser soldado y tendrá una profesión que salvará vidas. Algún día la
hija y el ex soldado se casarán y él será el padrino. Pasará algún
tiempo y tendrán hijos que colmarán de felicidad a los abuelos.
El yerno tendrá un trabajo digno, de treinta horas semanales, porque
habrán cambiado mucho las cosas y los hombres y las mujeres se habrán
repartido el trabajo, el laboral y el doméstico. La legislación habrá
cambiado y las leyes laborales no anularán las leyes sociales. Habrá un
número suficiente de inspectores de trabajo que cumplirán con sus
obligaciones y harán que las leyes de igualdad y de conciliación se
cumplan sin necesidad de que sean las personas afectadas quienes
denuncien su incumplimiento. Los hombres y las mujeres gozarán de los
mismos derechos y podrán conciliar su vida en familia. Ambos
disfrutarán de permisos iguales por el nacimiento de cada hijo, que
adaptarán a sus necesidades, y cuando los hayan agotado tendrán una
escuela infantil pública y gratuita próxima a su domicilio para que sus
hijos sigan perfectamente atendidos.
El futuro yerno llegará entonces por la noche a su casa y hará
tortillas exquisitas, fregará y recogerá la cocina. Por las mañanas
levantará a sus hijos, les preparará el desayuno, se peleará quizá con
alguno, o con los dos, porque discutan, chillen, o se peguen entre
ellos, alguno quizá vierta la leche o derrame algún ingrediente de los
que se suelen echar en la taza; entonces se pondrá serio y hasta pueda
dar un grito, pero recogerá lo vertido y les apremiará porque se acerca
la hora del inicio de la jornada escolar, de infantil o de primaria. Él
hará ese recorrido todas las mañanas porque en su calendario laboral
tiene adaptados los turnos para que los días lectivos pueda entrar a
una hora que le permita llevar a los niños al colegio. Los días
festivos jugará con ellos en el parque por la tarde, al llegar a casa
los cambiará y los bañará, y por la noche, al acostarlos, les leerá un
cuento.
La hija tendrá otro trabajo digno que también salvará vidas, con un
horario diferente, pero también con una jornada semanal de treinta
horas y con un calendario laboral que le permita recoger a los hijos a
la salida del colegio por la tarde. Así lo hará todos los días en un
paseo corto, pero muy entretenido, porque los hijos jugarán y
saltarán y ella les preguntará lo que han hecho ese día, y ellos a
veces contestarán y otras evadirán la respuesta, pero siempre
corretearán por el camino y obligarán a la madre a dar algún grito para
pararse ante un semáforo o para evitar atropellar a una anciana. Será
un recorrido alegre con parada en un parque, allí cada uno correrá a su
zona preferida y buscará su tobogán o su columpio. Algún día esperarán
a que llegue el padre, porque haya salido antes de su trabajo o a los
abuelos, que les han anunciado una visita, y todos disfrutarán de unos
sonidos armoniosos, de una luz agonizante y de unos olores de vida
alegre y juguetona.
La hija y el yerno cuando estén solos en casa harán trabajos similares
y cuando estén juntos se los repartirán. Entre los dos
convertirán su casa en un lugar idílico.
Los dos recibirán un WhatsApp y entrarán en una página de internet,
buscarán un semanario de los que no están controlados por los mercados,
como Crónica Popular,
y encontrarán un artículo que será el que apareció en la mente del
padre mientras sus ojos iban alternativamente de la portada del
periódico a cada una de sus caras, y leerán:
Construyamos paraísos
Construyamos paraísos en la tierra para que no haya personas dispuestas a inmolarse para encontrarlos no se sabe dónde.
En
el siglo XXI, con los adelantos técnicos y la sabiduría humana
acumulada es posible crear paraísos en la tierra. Hay riqueza
suficiente en el planeta para poder vivir decentemente el conjunto de
la humanidad si los datos de los expertos no
nos engañan. Repartámosla
justamente. ¡Que no mueran de hambre diariamente cuarenta mil personas!
Creemos espacios de convivencia pacífica en los que las desigualdades
sociales desaparezcan, el trabajo este repartido y llegue a todas las
personas, las necesidades de salud, educación y dependencia estén
totalmente cubiertas, la conciliación entre la vida laboral y la vida
familiar prevalezca sobre la legislación laboral para que las familias
puedan dialogar y compartir ratos de ocio. Para que los hombres y las
mujeres tengan en la ley y en la práctica los mismos derechos. Hagamos
que las personas sean felices.
Los últimos atentados
y las consecuencias que se están derivando de ellos creo que merecen
una profunda reflexión en el interior de nuestras conciencias
huyendo de la precipitación y del instinto fácil: la culpa
siempre es del otro.
LIBERTAD-IGUALDAD-FRATERNIDAD
¡Qué bonito! Yo me apunto a cantar La Marsellesa una y mil veces.
Pero eso solo no basta. Esos principios son incompatibles con los de COMPETITIVIDAD – PRECARIEDAD - INDIVIDUALISMO
Y
no se puede servir a dios y al diablo, hay que elegir. Si elegimos
competitividad destruimos la libertad. Cuando se compite solo es libre
el que gana. La competitividad, en el sentido de eliminar al
adversario, nos lleva necesariamente al enfrentamiento, a la violencia
y a la guerra. La competencia, en el sentido de capacidad para hacer
bien las cosas y de profesionalidad, y la solidaridad, sí nos hacen
libres. Si elegimos precariedad rompemos la igualdad y nos situamos en
los guetos, las zonas marginadas, las desigualdades sociales. Y si
elegimos el individualismo, estamos eligiendo los egoísmos personales,
estamos diciendo adiós a la fraternidad.
Es bonito cantar, pero es más bonito ser coherentes con lo que se canta.
Estas deberían de ser las premisas de un pacto, no de un estado
en concreto, ni de la Unión Europea, un pacto planetario en el marco de
una institución universal. Si la ONU es válida aprovechémosla y, si no,
inventemos otra.
El primer objetivo debe ser la
lucha contra las desigualdades sociales, incluidas las desigualdades
por razones de sexo, y este objetivo se debe perseguir siempre.
Actualmente
el mundo está lleno de infiernos: Palestina, Afganistán, Irak, Libia,
Yemen, Siria…, y el llamado mundo civilizado ha contribuido a ello con
sus intervenciones bélicas. Hemos elegido un camino equivocado,
cambiémoslo.
Construyamos paraísos en la tierra en vez de infiernos.
Así no habrá que buscarlos en ninguna otra parte.
Algún día los jóvenes enamorados leerán este artículo y construirán su propio paraíso familiar. Algún día…
Pero ahora, el padre terminará de dar las cartas. Dará cuatro y cuando los demás las hayan visto y hayan dado mus, él dirá:
El futuro yerno, muy concentrado, dejará sus cuatro cartas sobre la mesa y responderá: