Quiérete mucho

Y la teniente le ofreció el sobre que llevaba en la mano.

Y al tiempo que pensaba su respuesta, la mujer de los ojos verdes, acercó su otra mano, la apoyó en  el hombro del Escritor y acercó su boca… Por un momento pensó en dejarle un dulce beso en los labios, pero le dejó dos: uno en cada una de sus mejillas.

La teniente de la Guardia Civil estaba visiblemente emocionada. No podía insensibilizarse ante las situaciones desesperadas, las vivía como propias y la humedad le llegó hasta sus ojos.
Habían pasado treinta y seis horas. El equipo de la Policía Judicial de la Guardia Civil de la Comandancia de Barcelona había examinado minuciosamente el contenido del ordenador de Changola. Habían descubierto su relación con el Escritor y el archivo que le tenía asignado. En él encontraron todos los textos que se habían intercambiado y la carta que le dejó escrita el día de su huida.
El Escritor había decidido incinerar su cuerpo, avisar a los familiares más allegados y esparcir sus cenizas por la huerta. La Musa no tenía padres ni hermanos y sus parientes más próximos no opusieron ninguna resistencia a los deseos del Escritor.
La mujer de los ojos verdes cumplimentó todos los trámites reglamentarios para el levantamiento de los dos cuerpos y ordenó que nadie molestase al Escritor. Cuando todo hubo terminado le entregó la carta encontrada en el ordenador de Changola.
El Escritor buscó refugio en su escritorio.

 

 

Si llegas a leer esta carta, ya no estaré a tu lado. Ya solo estaré en tu recuerdo, pero la persona que se aloje en tu mente será una mujer feliz. No podré acariciar tu piel, ni tú podrás acariciar la mía. No pasa nada. No serán necesarias las caricias. Estaré dentro de ti y no podrás apartarme nunca. Seré feliz. Y tú deberás serlo también. Solo existiré dentro de ti. En ti.
La decisión más importante que he tomado en mi vida fue la de acudir a ese café-bar a las ocho. Tú sabes lo que me costó aceptar esa cita, pero el recuerdo de aquel reloj unido a los ojos que lo miraban me acompañará siempre. Si lo tuviera que repetir lo haría otra vez gustosa. Cuando se unieron nuestras manos y recorrimos juntos la plaza de las estatuas y de las palomas me convertí en otra persona, y cuando se cerró la puerta de aquella habitación en aquel hotel tan lujoso, fui feliz por primera vez en mi vida.
Estaba sumida en un túnel, un pozo sin fondo, en la más absoluta oscuridad cuando apareciste tú. Estaba inmersa en la nada y apareció una luz, una luz y un sendero, y me agarré a ellos para encontrarme y para encontrarte. Gracias a esa luz salí del túnel y encontré la claridad, una claridad que me cegaba, pero que no me impidió verte y viéndote conseguí lo que nunca había logrado: encontré ese momento que vale por todos. Mereció la pena porque en él descubrí el paraíso: te descubrí a ti y a la vida.
Acudí a ti cuando tuve sed, cuando ya no pude reprimirla más, y me saciaste. Tú has sido para mí la fuente del gozo: mi gozadero.
El tiempo de la felicidad es relativo. He vivido contigo los más de noventa años de la Flory y los que puedan tener esas dos mujeres que tienes en tu cabeza y a las que entre los dos daremos vida, en todos esos años he encontrado la felicidad. A veces un instante vale más que toda una vida. Yo lo sé. Nadie puede haber sido más feliz que yo. A nadie le habrán lamido su cuerpo tan tiernamente. A nadie le habrán absorbido el sudor de sus entrañas con tanto mimo. Y a nadie le habrán acariciado su mente con tanta delicadeza.
 Ha merecido la pena, aunque solo sea por haber sacado brillo a tus ojos y por haber visto reflejado en ese brillo maravilloso mi felicidad compartida con la tuya. Ha merecido la pena.
No llores nunca. He penetrado en ti y he llegado hasta el lugar de donde no se puede salir. Por eso me vas a tener que aguantar mientras vivas. Pero sé que te gustará. Gracias por dejarme estar contigo siempre. Gracias por haberme enseñado el camino, por haberme llevado al lugar donde se juntan los sueños. Gracias por haberme hecho feliz.
No odio a los hombres. La maldad no está en los hombres, en ellos está la vida. La maldad reside en las personas y si no se ponen los medios para evitarla, desde la infancia, educando en la emotividad y en los afectos, no podremos superarla nunca. No odio a nadie. Sólo siento una gran pena por los que no saben amar: amar amando. Por los que no saben gozar: gozar gozando.
Hay hombres que matan, que no quieren a las mujeres porque son incapaces de quererse a ellos mismos. Y hay hombres que sí las quieren porque se quieren  ellos. Hombres que dan la vida como tú me la has dado a mí.
Hoy es el primer día de primavera. De mi primavera contigo. Espero que esta carta nunca llegue a tus manos, pero si llega…Si lees esta carta yo ya no estaré a tu lado: estaré dentro de ti. Te habré penetrado para siempre. Y estaré tranquila, sonriente, feliz. Quiérete mucho, amor mío, quiérete mucho. Así me querrás a mí.