El ordenador es un monstruo

El Escritor piensa. Piensa y las historias acuden a su mente. Acuden juntas, se estorban, se pelean por ser la primera, juegan como niños, no, como niñas: son historias de mujeres.
El Escritor las quiere separar, quiere centrarse en una sola, pero no se dejan, sabe que así no puede conseguir nada, que para que aparezca la trama es necesario hilvanar las secuencias, situarlas en el tiempo, ligarlas a una sola persona. Los personajes deben ser educados, dóciles, pero no, en su mente se empujan, se pegan por el primer lugar:
 
-Yo soy la Tocha atrévete a encontrar los detalles de mi secreto.
-Yo soy la Flori, y te revelo el nombre que no me habías descubierto.
-Yo soy la joven, no te digo el nombre, puedo ser tu hija…, ¿o no?

La idea es buena, a través de los pechos ve sus vidas, porque los pechos son la vida, dan vida: amamantan las historias. El Escritor se quiere centrar en la idea de la mujer vieja. Es la primera que vio, sus pechos colgantes le llevan a un pasado muy lejano, pero las otras le estorban, la joven le sonríe continuamente, le llama papá, salta, juega con el agua, sus pechos lo provocan, son juguetones, miran al cielo y no quieren permitir que esos otros hundidos, rugosos, cabizbajos le tomen la delantera, y luego están los otros, los maduros, los jugosos, los que le miran de frente, desafiantes, no quieren quedarse para el final de la historia. Todos le picotean el cerebro, lo atormentan.

“Basta, basta. Fuera todas. No os quiero ver. Me hacéis daño. No me dejáis en paz. Os voy a meter en el ordenador en cuanto llegue a mi casa y ahora me voy a centrar en la playa, en las huellas que dejan las personas, en las pisadas de quien me precede, en las olas que llegan, las abrazan y las devoran. Las borran y las convierten en espuma, espuma que se deshace lentamente y que piso y que siento como me acaricia. Me concentro en la playa, paseo sin pensar en nada, mirando al frente, insensible, escuchando el ruido, observando cómo nacen las olas, cómo llegan hasta la orilla y mueren lentamente. Me fijo en las personas como seres sin vida y en las cosas que adornan las historias  y a vosotras os meto en el ordenador de mis recuerdos y os olvido”.
El Escritor pasea lentamente por la playa, por una playa muy larga, el sol amenaza con desaparecer por el horizonte, las personas se convierten en siluetas imperceptibles que ya no dicen nada.

“El ordenador es un monstruo que te roba el cerebro. Poco a poco tomas confianza y le cuentas tus historias, las almacenas y te olvidas, crees que te olvidas, porque restos quedan en tu memoria, y luego tienes que distinguir lo que tienes en tu mente de lo que tienes metido en el ordenador y eso te sumerge en un estado complejo, en un estado de dudas, crees poder tú solo desarrollar la historia y te das cuenta de que no puedes, pero el ordenador es también tu  cómplice, por eso le puedes preguntar, le puedes pedir ayuda, y es lo que ahora me ocurre. Si me ha liado en mis historias que me saque del apuro”.

El Escritor está confuso, en realidad lleva confuso mucho tiempo, tiene demasiadas historias en la cabeza y no es capaz de organizarse. Desde su último éxito han pasado varios años. Ha empezado varias novelas pero no concreta ninguna. Su editor le apremia: “Un escritor no puede estar tanto tiempo fuera del mercado, es urgente que termines pronto otra novela”. Será la edad, piensa que será la edad, ya no es tan joven, pero tampoco es tan viejo como para empezar ya a tener problemas de memoria, no será que esté enfermo, que el Alzheimer comience a atacarle demasiado pronto. Se atormenta a sí mismo dándole vueltas a la cabeza y lo que consigue es empeorar la situación, ponerse más nervioso, angustiarse.
Utiliza el ordenador como refugio, allí tiene metidas todas las historias, pero ninguna está concluida. Por su mente cruzan pensamientos inconexos que trata de concretar en archivos, de guardar en carpetas, carpetas interminables que enumera en borradores: primero, segundo, tercero…, que se lían, que se confunden. A veces guarda una misma historia dos veces, navega de unos lugares a otros sin quedarse en ninguno; corta, pega, y se complica más, porque ahora no sabe si lo que ha pegado lo ha hecho en el sitio correcto, tiene párrafos repetidos, capítulos en el lugar que no corresponde...
Las imágenes se pelean en su mente, unas apartan a las otras y él no es capaz de poner orden. Sus personajes se burlan de él, juegan con él y se ríen. Se echa las manos a la cabeza, se la aprieta con ellas.
¡AYUDA.., NECESITO AYUDA!