Los pastos

Marzo de 1.931
Liquidación de pastos.
Bruno Moreno:

En el libro de cuentas de los pastos que se guarda en el ayuntamiento de Muelas del Valle figuran debidamente detalladas las cantidades que les correspondía pagar por el aprovechamiento de los pastos comunales a cada uno de los cincuenta y nueve vecinos que en el año 1.931 vivían en el pueblo.
Después de la epidemia de gripe del dieciocho la vida del pueblo cambio por completo. Los vecinos se hicieron más huraños y desconfiados. Aunque el nivel de vida mejoró considerablemente. La muerte de casi la mitad de la población recompuso las propiedades de los supervivientes que engrosaron su patrimonio con el de los parientes fallecidos, pero las relaciones entre las personas tardaron mucho tiempo en recomponerse. La alegría se tornó en tristeza y la gente dicharachera se quedó sin palabras.
Cada casa rumió en secreto su tristeza, el luto fue un refugio generalizado y las calles de Muelas del Valle se convirtieron en un desfile de personas vestidas de negro que caminaban con las cabezas gachas y que apenas se hablaban…
Cada uno se refugió en las tareas de labranza que se multiplicaron en la misma medida que se habían multiplicado los patrimonios.
Las tareas colectivas, como el aprovechamiento de los pastos comunales, fueron el detonante para volver a encontrarse. El espíritu comunero que impregnaba los genes de las personas de Muelas no podía desaparecer. Las reuniones las juntas la elección de presidentes y tesoreros, las cuentas los apuntes y los cobros fueron tejiendo nuevamente un clima de cooperación.
No podían vivir solos. Las vacas se llevaban a las dehesas el 15 de mayo y los turnos para recogerlas por las mañanas se tuvieron que sortear como si la epidemia no hubiese pasado. El cuerno que pasaba de mano en mano sonaba a las cinco de la tarde para que los vecinos supieran que era la hora de llevar las vacas a la dehesa. Al que le tocaba el cuerno tenía que recogerlas al día siguiente. Una vez recogidas abría la portera y cada animal regresaba a su establo.
La rastrojera se abría el 15 de agosto y los turnos para su cuidado y recogida se hicieron como se habían hecho los de las dehesas.
 Los días de juntas, las hacenderas, la recogida de las aguas fueron otros momentos en los que los hombres empezaron a hablarse y a romper el hielo que les había encogido el corazón. Tardaron en normalizar las relaciones, pero al final no tuvieron más remedio que recomponerlas aunque ya las cosas no volvieron a ser como antes.