NOSOTROS

LAS LETRAS…

 

Miles, cientos de miles, millones de letras revolotean en mi mente.

Sueño que tengo en mi mente millones de letras, letras que forman cientos de miles de palabras, palabras que forman miles de frases. Frases que debo ordenar adecuadamente para formar una historia. Letras, palabras y frases donde se esconde una historia. Una historia… que tal vez, pueda interesar a alguien.

 

La he soñado esta noche. He soñado una historia y tengo todas sus letras metidas en mi mente, las tengo todas pero están desordenadas, debo de buscar caminos para darlas salida, métodos para ordenarlas. Siento que me pesan, que me aplastan, que me ocupan demasiado espacio, que me atormentan: me abruman. Siento que debo desprenderme de ellas, echarlas fuera antes de que se apoderen de mí y me destruyan. Debo alejarlas, guardar distancias entre las letras que picotean mi mente y los pensamientos que dan forma a mi existencia. Debo expulsarlas de mí para que circulen solas por la vida, desafiantes y provocadoras ante los ojos de las personas que  quieran leerlas,  pero no sé cómo. No he abierto los cauces que den salida a mis letras, que me liberen de ellas y que al mismo tiempo me den la satisfacción de verlas fuera de mí produciendo debates y lanzando mensajes. Mensajes que puedan entretener a la gente, ilusionarla, introducirles en mundos ocultos. Mensajes que sirvan para la reflexión, para la discrepancia, para la controversia. Tengo mi mente llena de letras que a mí me estorban y a otros quizá les estén haciendo falta. Me estorban porque no dejan entrar a otras nuevas, porque me usurpan otros sueños, y tengo que expulsarlas, alejarlas, enviárselas a otros que quizá las estén esperando.

 

Como una factura de compras, toda llena de números, desordenados y revueltos, que debes ir descifrando poco a poco, ligando cada número al concepto que le corresponde, así está mi mente: desordenada, revuelta. Tengo una enorme lista de facturas de letras y debo ordenarla, debo comprobar si está bien la suma. Es como un libro de interminables cuentas que me agobia.

Intento resumir, agrupar, descifrar por letras, ordenar, aplicar la estadística, comprobar cuantas tengo y cuales son. Cuantas están repetidas y cuantas veces lo están. Quiero contar las “as”, contar las “ies”, y las “oes”… contar las vocales y las consonantes. Analizar la composición de los textos, examinar todas las proposiciones, volverlas a contar, repasarlas, descubrir una fórmula que me diga cuantas vocales debo utilizar por cada consonante, cuantos diptongos debo escribir y con que frecuencia, cada cuantas letras debo utilizar la a o la i, que vocal debe de ser la más repetida, que consonantes dan más viveza a mis textos.

Intento poner orden en el caos de mi mente pero no lo consigo. Intento aplicar la lógica, buscar fórmulas exactas pero no me salen. Estoy atascado en mi sueño,  empiezo a angustiarme, tengo algo dentro de mí y no lo sé expresar. Debo dar un giro brusco a mis pensamientos antes de caer en el pozo profundo de la angustia y la locura.

No, no puede ser eso, no puede ser así, lo que hay en mi mente no es una cuenta exacta, no es la matemática lo que debo aplicar. Debe de ser la imaginación, debe ser el desorden, la aventura, el riesgo… pero dónde se encuentran.

Sigo dando vueltas a mi mente y no veo solución, estoy desesperado, me siento atascado, no encuentro luz, sigo con todas las letras dentro de mí y no descubro la forma de darlas salida.

Desisto, trato de eludir mis sueños, pero también me resulta imposible, me resulta imposible dejar de seguir pensando, pensando que tengo miles, cientos de miles, millones de letras en mi mente y que bien ordenadas formarían una historia, una historia que veo, que tengo dentro, pero que no sé cómo darle salida.

 

Veo puentes, veo caminos, veo veredas, veo senderos, veo autopistas, gigantescas autopistas; y veo letras, letras que bailan, letras que saltan, letras que se mueven y juegan, que aparecen y desaparecen, que se esconden. Ahora veo letras circulando por los caminos, circulando por los senderos y por las autopistas. Ahora voy mejor, veo puentes y caminos; caminos viejos y caminos nuevos, por los caminos circulan las letras, se van juntando, se van ordenando, van sorteando las dificultades,  se mueven por los caminos, por los senderos, por las veredas, por las autopistas, por las calzadas. Caminan las letras alegres, circulan divertidas, van formando frases, frases aleatorias, sin orden y sin sentido, van a su aire llamando mi atención, diciéndome: por aquí circula la vida, sin reglas, sin normas, con libertad, con amor y con alegría, por aquí caminan los sueños.

 

Sí, ahora sí, por ahí va mi novela: la vida…, el amor…, los sueños…