Carta  1
A ti.

 

“Cierra las puertas, echa la aldaba carcelero,
ata duro a ese hombre: no le atarás el alma.
Son muchas llaves, muchos cerrojos, injusticias:
no le atarás el alma”.
                                Miguel HERNÁNDEZ,Las cárceles

 

                       
            A ti, que te quedaste en tu pueblo aparcado una noche de verano, en el sueño obligado del desdoblamiento; mientras a mí, me apartaban de la vida convirtiéndome en un número, en un ser uniformado.
            A ti, para que cuando despiertes encuentres tu cajón repleto de cartas de ensueño, de cartas de amor, de cartas de odio.
            A ti, que quieres que vuelva sin haber cambiado.
            A ti, adolescente abierto a la vida, que eres como un árbol en flor que promete un fruto suculento, maravilloso y eterno.
            A ti, para que no olvides los mejores recuerdos de tu juventud.
            A ti, que te mandaron a la mili para hacerte un hombre, para obligarte entrar en la sociedad mansamente, y preferiste quedarte madurando en los sentimientos, despertando a la vida.
            A ti, para que no olvides quién te enseñó a odiar.

            Te escribo a ti, Toni, para que recuerdes cómo nació el amor en tu corazón, cómo maduraste a la vida a pesar de haberte apartado. Cómo nacieron los sueños en las largas noches de olvido y de sombras.
            Te escribo a ti, para que cuando regreses encuentres el buzón lleno, para que conserves todo esto en tu mente, para que siempre conozcas al culpable, para que hagas bueno aquel viejo lema de un compañero: "Ojalá las pases putas, para que así nunca puedas hablar bien de ellos".
            Te escribo a ti, porque nadie mejor que tú comprenderá esto, porque eres el más fiel amigo, el que más derecho tiene a saber lo que me está pasando y los cambios que, muy a pesar mío, me vayan pasando.
            Tú debes saberlo todo, debes recordarlo todo: tú eres el principio y el fin y has de saberlo ahora y siempre.

            El odio, ¿qué es el odio? ¿No lo sabes? Cuando leas estas cartas quizá te des cuenta de que el odio es la respuesta impotente al dolor y a la muerte. Porque nos están matando. Matar no es sólo segar en un momento una vida, matar es convertir al hombre inocente en rencoroso, es apagar la llama de un hombre ilusionado. Matar es robarte la juventud para introducirte en las masas domesticadas. Matar es amaestrarte para que, paso a paso, vayas olvidándote de que eres individuo y comiences a pensar colectivamente.
            Eso es matar. Y mata el que te manda, el que te obliga, el que te oprime, el que te deja a ti olvidado en un rincón, obligandote a salir con una máscara, vestido de manera uniforme, amordazado y cautivo.
            El odio es la impotencia que sienten los que nunca quieren hacer daño, aquellos que no son capaces de matar a nadie y que son agredidos constantemente. Y a mí, desde mi indefensión, me están enseñando a odiar; pero no voy a odiar lo que quieren que odie, lo que parece que todo el mundo debe odiar: a ese enemigo invisible que dicen que existe. No. Estoy empezando a odiar a los que quieren obligarme a odiar.
            Odio a los que me han traído aquí a la fuerza.
            Odio a los que me tienen preso sin ningún derecho.
            Odio a los que dan órdenes que golpean las mentes.
                                                                                                                     
            Te escribo a ti, para resistir; para no perder el hilo salvador de la vida; para enfrentarme a quienes me oprimen; porque tengo que resistir. Ellos dirán que es negro y yo por dentro diré con más fuerza que es blanco, y si ellos repiten mil veces que es negro, yo diré dos mil veces hacia mis adentros que es blanco, porque yo tengo que volver siendo tú. Resistiré.