Carta 73
A ti
El
hermano de Morgan
Fue una tarde
en el puerto, hablamos ampliamente, sin prisa, como si el tiempo se hubiese
detenido para nosotros. Pasamos del calor de la tarde, ligeramente dulcificado
por la brisa marina, al frescor de la noche, con el intermedio de una puesta de
sol serena, acariciada por un mar que apenas movía sus aguas. Un sol que, a
medida que se escondía, penetraba con sus rayos en el interior de la bahía
pareciendo que en vez de esconderse iba a seguir alumbrando desde el fondo del
mar. Una puesta de sol hermosa que se fue, porque cuando el último rayo
desapareció por el horizonte, en el mar sólo quedó el reflejo de su luz
escondida y el color anaranjado confundiéndose con las aguas que teníamos al
fondo de nuestras miradas.
Morgan estaba
muy interesado en que su hermano y yo habláramos. Nos conocía bien a los dos.
Sabía que conectaríamos con facilidad, que compartíamos filosofías parecidas.
Me había anunciado con antelación su llegada, había disfrutado contándome que
su hermano vendría a pasar una semana de vacaciones, volvió a repetirme que ya
estaba haciendo cuarto de Económicas en París. Se notaba la ansiedad en su
cara; sus palabras, cuando me lo contaba, tenían un tono de seriedad y firmeza
distinto del habitual. Casi siempre estábamos hablando de forma indirecta
utilizando la ironía, el sarcasmo y la broma. Teníamos un lenguaje adecuado
para decir lo que sentíamos utilizando palabras distintas, era el hábito, o tal
vez la defensa, para esconder los verdaderos sentimientos y los verdaderos
pensamientos, para evitar que, si alguien seguía o escuchaba nuestras
conversaciones, pudiera entender lo que en realidad queríamos decir. Nos
habíamos acostumbrado a códigos secretos, a guiños, a gestos, a miradas para
entendernos. A los códigos propios del invasor y del invadido que rompiendo
todas las reglas sintonizaban con los mismos principios, burlándose de una
situación y un destino. Pero con su
hermano no bromeaba, no utilizaba tonos secretos, no tenía capacidad para
ocultar nada, se veía en el brillo de sus ojos la admiración que sentía por él,
la seriedad en su rostro lo delataba.
Por eso me anunció una tarde que su
hermano llegaría al día siguiente, que se pasaría por la tienda y que le
gustaría presentármelo para que pudiéramos hablar. Me invitaba así a que no
faltase a mi cita diaria, a que en mi recorrido hiciese sin falta esa parada
que tanto nos había unido, como si dudase, sin querer dudar, de que yo pudiera
olvidarme precisamente el día en que él tenía más interés en que fuera, o para
recordarme que la visita diaria era un compromiso, que la entrevista con su hermano sería
provechosa para los dos y que él se sentiría orgulloso de haberla conseguido.
Nos vimos un corto rato en la
tienda, el tiempo justo para saludarnos y simpatizar. Morgan hizo las presentaciones resaltando nuestra amistad. Hizo
alusión a mi profesión, a mi forma de
pensar, halagándome siempre al definir mis cualidades y haciendo alusión a mi
situación de prisionero forzoso de Franco en la Policía Territorial del Sáhara.
Me impresionó su rostro sereno, su mirada penetrante, la firmeza de sus frases,
el tono de sus palabras, el tacto y el calor de su mano, su forma de vestir
plenamente saharaui, la claridad de sus ideas, su sonrisa de salutación, su
disponibilidad para conversar, su amabilidad en las expresiones, su completo
dominio de una situación en la que se notaba que se encontraba a gusto.
Quedamos en vernos la tarde del sábado
en el puerto para pasear y hablar. Yo tenía toda la tarde libre y él tenía una
semana y descansar.
Cuando comenzamos a hablar de la
situación política de España y de cómo estaba organizada la oposición política
a Franco, yo me sorprendí, tanto de que él supiera más que yo como de que él no
se sorprendiera de que yo sabía menos que él. No es de extrañar, - me dijo -,
que en España no sepáis lo que pasa en España, ocurre en todas las dictaduras.
Por eso él hablaba y hablaba y yo asentía. Lo que él decía correspondía
plenamente con lo que yo quería oír, decía lo que yo sentía, coincidía con mis
intuiciones y mis deseos. Me contaba que en París continuamente se hablaba de
España, se sabía que la salud del dictador era delicada, todos deseaban que
acabase pronto, pero ante todos se abría una gran incertidumbre. La oposición
democrática se había organizado dentro de España en torno a dos plataformas
políticas: la Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia. Los últimos
intentos estaban encaminados a la unificación de toda la oposición democrática
y a orientar una transición sin traumas, sin embargo siempre quedaba una
posibilidad a la locura. Los hombres más próximos al régimen, junto con los
militares más reaccionarios podían crear una situación de enfrentamiento. En
esas circunstancias el asesinato de Carrero había perturbado los planes de
continuidad del régimen cuando Franco muriese, éste había perdido su sucesor
natural y se encontraba acosado. La política exterior de España era sumamente
débil y en esta situación entra el conflicto del Sáhara. España no sabía cómo
deshacerse del territorio y Marruecos cada vez se aprovechaba más de la
debilidad española para pretender su anexión.
Nosotros no contamos, -decía-, nuestros únicos
contactos son con la oposición democrática, pero nos tememos que los
acontecimientos se precipiten y que antes de que en España se instaure un poder
democrático se dé una solución al problema saharaui traicionando los intereses
de nuestra población. Nosotros solo queremos ser libres, gobernarnos, no
podemos pasar de ser colonia de una dictadura a serlo de otra.
La organización ETA ha demostrado su
fortaleza con el atentado a Carrero, ha conseguido las simpatías de buena parte
de la sociedad española y ha dividido al régimen. Al desaparecer el sucesor
natural, ahora todo dentro del régimen son luchas y descontrol. Pero ETA no es la
oposición política, ETA es la venganza, el resentimiento, son los residuos del
pasado sin ningún fin político que sirva de expectativa de futuro para el
conjunto de España. Es el nacionalismo arraigado, la lucha por situar la raya en un lugar u otro. La raya, la frontera, lo que divide, lo que
separa, está en el seno de ETA. Dividir, separar, conseguir privilegios para
unos pocos, puede ser atractivo para esos pocos, pero no sirve para construir
un modelo de convivencia pacifica y menos aún para conseguir un modelo social
basado en el principio de solidaridad.
Nuestro pequeño país, el Sáhara, no es nacionalista en ese
sentido. Queremos ser libres, pero no queremos vivir de espaldas al mundo
árabe, al mundo árabe oprimido; queremos compartir con todos ellos un lugar en
el mundo, donde seamos respetados por lo que tenemos: nuestra cultura, nuestra
riqueza. Nosotros somos insignificantes, estamos dominados por España, pero eso
no es lo peor, lo peor es caer bajo el dominio de los hermanos árabes vendidos
al capital americano. Lo peor es caer en las manos de Marruecos, porque de
España más pronto o más tarde podremos independizarnos, pero de Marruecos no,
porque detrás de Marruecos está EE.UU.
EE.UU. es la brecha en mundo árabe;
la única riqueza que tenemos, el petróleo, que es de todos, porque es de
nuestra tierra, lo tenemos vendido a las grandes multinacionales con el
beneplácito de unas cuantas tribus,
de unas cuantas dinastías traidoras, que han vendido a sus hermanos por unos
cuantos millones de dólares.
Seguía hablando y yo escuchando,
apenas podía intervenir si no era para asentir, para preguntar o para
manifestar admiración al encontrar ante mí unas perspectivas nuevas, unas
perspectivas que colmaban mis sueños y que me animaban.
-
El poder militar empieza también a mostrar sus fisuras,
- continuó hablando- Los oficiales
jóvenes no están por repetir un proceso sangriento y se han organizado en torno
a una asociación democrática: la Junta Militar Democrática. Nos va a
corresponder vivir unos años claves.
Pasábamos de lo nacional a lo
internacional, de lo español a lo árabe y seguía:
-
El problema más
grande que tiene el mundo árabe es el predominio de la fe frente a la razón. A
nosotros nos queda mucho camino por recorrer. Tenemos mucho fanatismo y poca cultura,
cuando salimos a diversas ciudades de Europa a estudiar nos juntamos y hablamos
de nuestros problemas, somos personas que tenemos ganas de aprender y ganas de
hacer cosas, pero cuando volvemos a nuestros países comprobamos la realidad, lo
despacio que avanzan los acontecimientos, los peligros que nos acechan, y cómo
el que más sabe cada vez sabe más y lo aprovecha para explotar a los más
incultos, a los que menos posibilidades tienen.
Así pasamos la tarde, cuando él se
callaba, continuaba yo. El discurso parecía contado por la misma persona. A más
de cuatro mil kilómetros nos habíamos encontrado. Dos almas gemelas
garantizando la teoría de que no existen fronteras: son rayas. No existen banderas: son trapos.