Carta 68
A ti
El
último suspiro
Solo.
En la garita metido
y con el arma cargada.
Es la noche,
la larga e infinita noche,
el cielo infinito,
el mar infinito.
No hay lugar para la huida,
sólo puntos luminosos perforando el
firmamento,
aparece un nudo en la garganta,
baja una sensación por el estómago
que te ahoga,
y el arma cargada,
y el dedo en el gatillo puesto.
Estas sólo en la noche infinita,
arriba la mirada,
ninguna esperanza,
la distancia es enorme,
es insalvable,
y el tiempo no
pasa,
se para en la noche estrellada.
No mires hacia arriba,
no hay salida.
No mires hacia abajo
hay un abismo,
un pozo profundo que te recorre el
cuerpo.
Solo.
No tienes a nadie con quien hablar,
no hay nadie que espante la angustia,
estás sumergido en el pozo sin
fondo.
El mar,
enfrente está el mar,
grandioso, inmenso,
cerrando el paso a cualquier intento
de huida,
el cielo, el mar, el tiempo,
todo es inmenso,
es eterno,
la angustia no se puede aguantar,
y tienes el arma cargada,
el dedo, el gatillo,
aprietas y se acaba.
Solo,
con frío en las entrañas y sin
esperanza,
apartado en un rincón olvidado,
de noche.
El silencio no rompe tus dudas,
la muerte acechando y tú recordando.
Los seres queridos están allá lejos,
inalcanzables,
los que te pueden hablar no se
encuentran.
Se agiganta el hueco,
el vacío penetra en las entrañas,
un nudo te aprieta en lo más
profundo del estómago.
Y tienes el arma cargada.
¡Qué fácil escapar de todo!
¿Qué pasa si el dedo aprieta el gatillo?
Las horas en la garita,
en la torre, vigilando,
haciendo guardia;
te ahogan.
¿Quién va a atacar a estas horas?
¿Quién va a atacar en la noche?
No hay nadie,
es tierra olvidada,
apartada del mundo,
por tierra, por mar y por aire.
¿Quién va a atacar esta noche?
Sólo la desesperación y la muerte.
El tiempo no pasa,
se quedó parado esta noche,
escondido en el firmamento,
rodeado de estrellas,
apagado en las profundidades del mar
inmenso.
No hay fondo en el mar,
no se llega al fondo,
y la depresión te invade,
el nudo en el estómago te asfixia,
los pensamientos no paran,
caen en el pozo profundo que apaga
tus sueños,
ya no sientes nada,
sólo la angustia,
el nudo que te ahoga y te aprieta la
tripa.
Y tienes el arma cargada.
Y si aprieto el gatillo,
¿qué pasa?
No pasará nada,
no cambiará el cielo,
no acortará el camino,
no hará menos profundo el fondo del
mar.
¿Aprieto?,
¿disparo?,
no aguanto,
no puedo escapar,
estoy prisionero,
el tiempo no pasa,
el cielo no encoge,
el mar aprisiona.
¡Y tienes el arma cargada!
Corro,
huyo,
me escapo.
DISPARO.
Aargub 9-5-74
Querido amigo Toni: Espero que por ahí no
estéis tan locos como por aquí. En una semana han caído tres. Se han dado un tiro
en la garita mientras hacían la guardia. Esta
mañana ha habido fiambre, nos dijo el sargento. Uno menos...
Aargub está al
otro lado de la bahía, lo vemos todas las noches, resplandecen sus luces al
final del agua tranquila, es un paisaje sereno, hermoso, parece se puede tocar
con las manos. La profundidad de la bahía es tan escasa que parece se pudiera
llegar andando a la otra orilla. Cuando nos bañamos, miramos y lo comentamos:
"Allí está Aargub, podemos ir dándonos un paseo por el agua ". Muchas
tardes, apoyados en la verja de nuestro cuartel, observamos el atardecer en la
bahía, contemplamos cómo el sol poco a poco se pone por el horizonte, y el
horizonte es Aargub: allí donde se esconde el último rayo, allí donde el rojo
Sol manda sus últimos destellos para reflejarse en la bahía, para llamar
nuestra atención y adornar nuestros sueños.
Parece un lugar idílico, bello ante
nuestros ojos, pero como aquí, allí hay también hombres encerrados. Está mi
amigo Jose, el que me escribe, el que me cuenta la desesperación de la gente,
el que me cuenta las muertes, las muertes sin sentido, las muertes calladas y
ocultadas, las muertes que no dejan sentimientos en los jefes. Una persona: un
número. Un jefe: un lobo insensible, inhumano, salvaje...