Carta 51
A
Elena
He leído tu
carta y he sentido el dolor en mi pecho. Me gustaría en estos momentos estar
contigo, estar en el dolor como estuvimos en la alegría, poder consolarte y
ayudarte, recorrer los miles de kilómetros que nos separan para estar cerca y
apoyarte. Pero no es posible. La distancia es un obstáculo insalvable en
ciertos momentos. La distancia es terrible, te separa cuando te consideras
necesario en otra parte, te hace sentirte impotente ante los sentimientos y te
llena de rabia y de angustia. No obstante quisiera encontrar su lado positivo,
quizá pueda servir a veces para reforzar la amistad. Espero que sea nuestro
caso.
Entiendo que la muerte de tu padre haya producido
en ti un dolor irreparable: de nada sirven los consuelos, las condolencias o
las penas, por eso, no sé muy bien qué decirte, ni qué contarte; a mí también
me cuesta trabajo encontrar algo que escribirte. Igual que a veces no te salen
las palabras para expresar lo que sientes, ahora no me salen las ideas para
escribir lo que deseo. Porque desearía escribirte algo que te confortase, que
te aliviase en tu dolor, pero no puedo, porque lo comparto y a mí también me
ahoga.
Te hablaré de lo que queda. Creo que
en estos momentos es en lo que debes centrarte: queda el resto de la familia y
queda la amistad. La amistad no es suficiente para olvidar, pero es que lo
bonito es no olvidar, lo que ha pasado queda para el recuerdo. Sé que la
amistad es insuficiente para llenar el gran vacío del amor paterno, pero deseo
que al menos sirva para agarrarte un poco más a tu vida y ayudarte a buscar el
ánimo y la esperanza.
Tendrás que perdonarme porque tu
dolor haya paralizado también mi mente y me haya quedado sin ideas para seguir
escribiéndote, no sé qué más decirte, te escribiré pronto otra para que te des
cuenta de que necesariamente la vida sigue y de que tenemos que seguir luchando
por ella.
Un par de besos y un abrazo fuerte.