Carta  45

            A los tíos

 

            Queridos tíos:

            Para daros información mía bastaría con enviaros un ejemplar del ilustre diario de Villa Cisneros, El Pueblo de Villa, que difiere poco del Pueblo  de Madrid. En él podríais leer textualmente:

 

            "LA CIUDAD DE VILLA BAJO EL TERROR DE LAS MULTAS”

 

            "Las multas, eso que ha dado tanto que hablar en las capitales de la Península y, sobre todo, en la propia Capital, ya están aquí. Sí, han llegado hasta aquí como la peste, como la epidemia que llegó no hace mucho a Nápoles o como llegan aquí todos los años las gaviotas: Las multas nos invaden.

 

            La estampa de ese agente alto, moreno y atlético que, porra en ristre y libreta en mano se dirige hacia el coche que circula por cualquiera de nuestras calles, lo para y le pone la oportuna denuncia, se ha convertido en nuestra ciudad en el pan nuestro de cada día. Su olfato llega hasta los últimos rincones, parece adivinar qué coche tiene el faro roto, cuál circula sin el correspondiente permiso o qué conductor tiene el permiso caducado."

 

            Después, el citado periódico, seguía preguntando:

 

            "¿Qué sucede? ¿Qué a nuestros conductores se les ha olvidado de repente el código? ¿Qué a nuestros agentes les ha entrado de golpe la fiebre de las multas?  ¿O un poco de todo?.”

 

            Y terminaba con una serie de argumentos que no viene a cuento detallar, pues yo únicamente me quedé con la frase:

 

            "La estampa de ese agente alto, moreno,  atlético..."

 

             Porque ese agente era yo, que me he convertido en el señor de la porra, y no es que me haya ido allí precisamente, sino que ha sido la porra la que ha venido a mí.

            Sí, esta es una de las novedades que os tengo que contar, la otra me la guardo para tener algo que contar en la próxima. Aunque parezca raro, ser agente de tráfico es mi nuevo trabajo, el que realizo por las calles de esta preciosa ciudad todas las mañanas, de nueve a dos.

 

            Comentando un poco vuestra carta, que no fue secuestrada y llegó con su contenido íntegro, os diré que tomaré unas copas a vuestra salud y a la de esas naciones que tanto amor se tienen que en vez de tirarse besos se tiran bombas en pleno siglo XX.

            De ese amor fraterno que existe, según me contáis, entre las diferentes naciones del orbe y que amenaza seriamente con una guerra de dimensiones mundiales, os diré que estoy un poco informado, pues, con las aisladas noticias que nos llegan y la imaginación que yo tengo, me hago una composición de lugar que creo será perfecta y me pongo a temblar. A temblar por estar en el peor momento y en el peor lugar posible, a temblar porque nadie escucha, porque veo a mi alrededor gente sin oídos, sin ojos, sin cerebro.

                        Y por esta vez nada más, espero sigáis con el humor de siempre y que lo de Oriente Medio…, (¡ Dios quiera que no llegue a Oriente Entero!),  no influya en vuestro ánimo. Un abrazo.