Carta  44

A ti

La Loli

 

            La Loli se llama Ernesto, su tono de voz es su falta; es una voz aguda, femenina, no es como la del resto de los hombres; pero es dulce, es agradable y nunca se ha metido con nadie.

 

            Es un policía más. Hace guardias como los demás, aguanta el frío en las noches eternas, esas en las que mientras en el barracón la gente duerme, las tres parejas de la Policía Territorial  guardan la ciudad. Una, en el Zoco; es la parte más próxima al cuartel, es la zona de tiendas, bazares, cafeterías y bares. La otra, en la plaza, la zona habitada por la gente española. La  tercera, en frik, es la zona ahia, la de los saharauis; la hacen un nativo y un peninsular, es menos necesaria la vigilancia y se van muchas veces a dormir a su casa; saben que no pasará nunca un capitán ni un sargento, la vigilancia es menos precisa porque hay menos intereses que proteger y no se tiene la conciencia muy tranquila de su posesión, por eso hay que defenderlos menos.

 Por las noches, cuando la ciudad duerme, la Policía vigila, los agentes pasan frío, los agentes beben, combaten el frío con algo de alcohol que se encuentra en una esquina en el último bar. La última copa del que te invita para que no digas nada, o la copa aquella del compañero que tampoco duerme, porque está de servicio en un puesto de comunicación y tiene un cuartucho con un armario y una botella, es la peor.

            Es esa copa traicionera, que a veces te ayuda y a veces te pierde, la que se toma siempre en el turno de noche; el turno más largo es de dos a ocho; y a las cinco, a pesar del abrigo, te quedas helado, la noche en el desierto es fría, en Villa Cisneros a pesar de que el mar la suaviza, a esa hora maldita se hace ya tan fría que necesitas beber para no quedarte helado, para no quedarte dormido acurrucado en una esquina, y amanecer congelado. Todas las mañanas vuelven las parejas resoplando y con ganas de coger la cama. Pero en esa mañana maldita, alargada un momento por la traicionera última copa, la Loli y Vadillo fueron sorprendidos dormidos en una esquina del zoco por el capitán.

            Un mes de arresto en el calabozo les echaron. Un mes eterno que tendrían que recuperar cuando terminase su periodo de mili, un mes más de arresto a sumar a los que ya llevaban allí arrestados, un mes más para ver a los compañeros marchar y seguir aguantando la opresión.

            No le fue bien a la Loli, a Ernesto, sus problemas fueron los de todos y más, y ese más es la gota que colma el vaso de la desesperación. Como animal herido se le veía caminar, siempre asustado y sin saber a dónde mirar, receloso de todos, esquivo, huidizo... La Loli era una persona maltratada por todos, ni yo ni nadie, conseguimos intimar  con él.

 En el campamento comenzó su martirio. Por su primera respuesta le dijeron marica, los cabos siempre  tenían su nombre en la boca, siempre lo tenían para burlarse de él. Por la noche, cuando todo está en calma, cuando ninguna voz se permite, uno dice:

- He tocado el culo a la Loli.

Y no pasa nada, los cabos aplauden desde sus literas y algún otro dice:

-          Prepárate, que ahora voy yo.

 

            No se le daba bien la instrucción. El sargento Torices le ponía sus torpes y brutas manos sobre sus espaldas cuando cambiaba el paso, o le agarraba una oreja y le gritaba:

 - TIENES UNA PINTA DE MARIQUITA QUE NO PUEDES CON ELLA, PERO AQUÍ TE LA VAMOS A QUITAR AUNQUE SEA A HOSTIAS.

            Todas las miradas se dirigían a él, no pasaba nunca desapercibido. En clase de teórica a quien siempre preguntaban era al recluta Ernesto, él era quien debía saber las partes del mosquetón o del cetme, él era el que debía  saber como camuflarse en una batalla, él era el voluntario forzoso que debía ponerse en cuclillas un rato.

 

            Llegó a Villa Cisneros y nada cambió. El primero para hacer guardias, Ernesto; para limpiar retretes, Ernesto; para hacer servicios en las noches heladas... Ernesto. Iba corriendo a todos los sitios, parecía huir del destino, sin lograrlo. Encontró un mes más que los demás de sufrimiento y martirio por quedarse dormido una noche helada junto con el compañero Vadillo.

             La Loli, Ernesto, sólo tenía una diferencia con el resto, su personalidad, y una voz que le delataba en un lugar y un momento donde nadie podía ser diferente.