Carta  21
            De Ana
            Toni:
            Tu carta me hizo llorar. De alegría, no vayas a pensar mal. La he leído mil veces, he estado a tu lado, he soñado contigo. He visto esas caras morenas de las personas a las que das clases, te he imaginado en todas y en cada una de las escenas que me detallas en tu carta y he estado a tu lado, he cantado sola y he pensado que cantaba contigo, he hecho la suma o la resta, he dictado frases hermosas y las he corregido, te he acompañado en esas horas cuando te quedas solo, porque sin decirte nada se te escapan a hacer sus rezos, he disfrutado a solas contigo, he sido feliz: te quiero.
            Ya me he desahogado. No sé cómo he podido, porque todas las frases me venían a la vez, todas juntas, y no sabía cómo enlazarlas. Mi mente y mis ansias por contarte todo lo que siento eran más rápidas que mis manos al escribir. No puedes ni imaginarte la alegría que me produce recibir tus cartas, las leo y las guardo en algún rincón escondido de mi ropa, la que llevo puesta; la última, la llevo conmigo, y si me asoma la tristeza, la busco y la leo; me sereno, una leve sonrisa acude a mi rostro, te imagino, te veo.
            Mi vida en vacaciones no es tan interesante como la tuya, la monotonía se impone día tras día, hago lo mismo que todos los años, todo es rutina, por eso sueño, dormida y despierta, sueño contigo; me voy a los paisajes desérticos, a esos que me detallas en tus cartas, a esas arenas por donde hacéis esa instrucción y esas prácticas, me escondo contigo detrás de una duna y te beso.        Te beso como lo hice aquel día en el parque. Lo recuerdo todo: el banco, y los pinos, y las norias, y el ruido, y el sol que se pone, y la noche que llega, y, en ese momento, cuando cambia el día, cuando desaparece la luz y comienza la noche, fue cuando nos miramos fijamente a los ojos, y a medida que la luz se iba, a medida que la noche avanzaba, veía más claridad en tu mirada, había más luz en tus ojos. Cuando se hizo de noche y rozaste mis labios con la suavidad de los tuyos, amaneció mi vida, y, según iba oscureciendo el día, te abracé con locura.     Se pararon los ruidos, giraron los pinos, se escapó la luz del día, y cuanto más se escapaba con más claridad te veía. La luz de mi amor nació esa tarde, anocheciendo en el parque contigo.
            Y ahora te cuento cómo paso yo los días. Estamos preparando las fiestas del pueblo, comienzan el veinticuatro, hay toros el veinticinco y el veintiséis. Yo tengo una ocupación que no me hace mucha gracia, unos tíos tienen un bar y en las horas punta, a la salida de los toros, les echo una mano atendiendo a la caja.
            El martes tuve que sacarme una muela, ya sabes lo mal que lo paso, no quería ir, pero no tuve más remedio, porque el dolor se hacía insoportable. El dentista también pasó un mal rato, no me estaba quieta y me tuvo que poner tres veces anestesia. Me habían dicho que era serio y antipático, pero conmigo estuvo amable, creo que la antipática fui yo, no me hizo daño, pero con tanta anestesia tuve ese lado dormido casi un día entero.
            Por favor, dime qué tal sigue tu estómago y si fuiste al médico, te lo he preguntado en una de mis cartas y no me has contestado, quizá fuese en alguna de las que se perdieron. Cuídate, te dejo, me voy a comer, sigue contándome cómo se desarrollan tus clases con los nativos y háblame de ellos, si has ido al Aaiún y si has encontrado chicas. Es broma. Un beso.

 

P.D. ¿ Qué significa A.O.E.?