Reformar para mejorar... ¿quién? (I)
Antonio García
El
mercado laboral es algo tan importante para los de mi clase que me resulta
imposible mantenerme al margen y no hacer alguna reflexión. Toda reforma nos
afecta, tanto a los de mi "clase grande", como a los de mí
"clase pequeño", a unos nos afecta en nuestro futuro, a los otros en
su porvenir. Quiero comenzar aclarando que las reflexiones que yo pretendo
hacer son para "andar por coso", desde mi puesto de trabajo, lo que
piensa una persona que sigue la negociación por los medios de comunicación, que
no pretende entrar en los análisis dé expertos económicos, y que basa sus
argumentaciones en el sentido común, que a veces es más fiable que los números
intencionados de los organismos expertos.
En toda
reforma del mercado de trabajo lo que está en juego en última instancia es el
reparto de la riqueza. Las patronales quieren más riqueza para las rentas del
capital y los sindicatos más para las rentas del trabajo. Analicemos
detenidamente lo distribución de las rentas, es decir el reparto de lo
"gran torta", y cómo ha evolucionado en los últimos años.
En los
últimos años ha disminuido el número de personas empleadas y ha aumentado el
número de personas paradas, esto ha supuesto que en su conjunto el trabajo recibe
cada vez menos renta. De las personas empleadas, cada vez es menor el número
con contrato fijo: generador de antigüedad, indemnización en caso de despido,
etc... y mayor el contratado en condiciones precarias; lo que supone
disminución de las rentas para el trabajo. Las personas con contrato fijo han
perdido poder adquisitivo en los últimos años, en el caso de los que dependemos
de los PGE, con salarios congelados varios años, las pérdidas están en torno a
doce puntos. Como consecuencia del famoso "decretazo" la protección
al personal parado, en cobertura y en cuantías, ha disminuido
considerablemente. Siguen disminuyendo, pues, los rentas del trabajo.
No
quiero olvidarme de las rentas indirectas, o salario diferido, las que recibe
el trabajador como bienestar social: educación y sanidad, entre otras. Su
estancamiento en cuanto a porcentaje del PIB indican que no inclinan la balanza
a favor de las rentas del trabajo.
Para
analizar la evolución de las rentas del capital bastaría coger cualquiera de
las siguientes variables: beneficios de las empresas más grandes del país,
evolución de la bolsa, beneficios de la banca, enriquecimientos personales,
seguimiento de las grandes fortunas, etc... No creo que sea difícil afirmar,
los medios de comunicación lo destacan continuamente, que todas esas variables,
y otras posiblemente olvidadas, gozan de buena salud, porque sus ingresos
aumentan considerablemente día tras día. En cualquier caso es una afirmación
que hago y una reflexión que dejo, para ser cuestionada, si así lo desean,
quienes me lean.
Teniendo
en cuenta que la riqueza del país ha aumentado, todos los indicadores nos
anuncian el buen estado de nuestra economía, parece lógico deducir que, si hay
menos personas que trabajan y las que lo hacen lo realizan en condiciones de
más precariedad, la parte de la riqueza destinada a las rentas del trabajo
disminuye y su porcentaje con respecto al total también. Podemos concluir
afirmando que en los últimos años, como consecuencia sobre todo del
"decretazo " y de "la reforma socialista", la riqueza en su
conjunto se ha distribuido de tal forma que han disminuido los porcentajes
destinados a las rentas del trabajo y han aumentado los destinados a las rentas
del capital. El capital cada vez da el bocado más grande a la "tarta"
y deja cada vez menos para los que trabajamos.' Un simple párrafo Puede
servirnos como resumen:
La
bolsa de Madrid supera el 440% (31-X11-96) y genera unos beneficios en 12 meses
de casi un 40%. Los salarios de dos millones de personas se congelan, se les
pide comprensión y sacrificio en beneficio de España. Más riqueza para los
personas ricas, más pobreza para la clase trabajadora. Abundancia y derroche,
para, unos; sacrificios y comprensión, para otros.
Expuestos
estos planteamientos, cabe preguntarse: ¿es posible negociar la reforma?. Yo pienso que es difícil, sobre todo si alguna de las
partes sólo quiere beneficios para ella. Así ha sucedido en las últimas
reformas socialistas, no se ha podido negociar, porque siempre se ha partido de
la intención de mejorar a una sola parte: modificar las formas de contratación
para que resulten menos gravosas a los empresas. Pero
el que sea difícil no quiere decir necesariamente que sea imposible, se podrá
negociar si se parte de buena voluntad, que se debe traducir en reconocer y
subsanar los agravios de las reformas anteriores, en primer lugar, y negociar
ésta sobre la base de aumentar la riqueza y de repartirla en términos
equitativos. Es preciso tener en cuenta que, cuando se habla de aumentar la
riqueza, no se debe de hacer olvidando la visión solidaria, que debe ir más
allá de nuestras fronteras. No es aumentar nuestra riqueza a costa de que
disminuyo la de otros, sino que debe ser para que aumente la riqueza común de
la humanidad, para mejorar su reparto y contribuir a evitar el hambre y la
miseria en el mundo.