Primavera

 

Antonio García

 

Mi clase florece en primavera. En el aula donde trabajo penetran los rayos de sol e iluminan las caras. Las unas atentas, despistadas las otras, trabajando unos, enredando otros. Una lectura, un diálogo, un teatro, una voz más alta que otra reclamando silencio, el dibujo del rayo del sol y de la sonrisa humana. El uno se levanta, el otro pregunta y la otra enseña orgullosa su trabajo y su esfuerzo. Sí, las personas de mi aula florecen en primavera.

Se adelantan los almendros, llegan sus flores cuando aún no se ha ido el frío de nuestros corazones. Las primeras florecillas aparecen frescas, con el candor de haber comprendido enseguida la explicación, de haber entendido el sentido del amor y la vida. Ha sido todo sencillo, un simple comentario, una conversación tranquila, una demostración fácil y lo que he querido transmitir lo han aprendido sin esfuerzo y sin duda. Son unas cuantas, unos cuantos, los de la mirada tierna, las de la sonrisa dulce, los más adelantados, las que abren primero sus puertas al saber, a la formación, a la vida; a la tolerancia, al amor y al respeto.

Después florece la mayoría, aparecen sus flores a "mogollón" adornando nuestros campos, que en nuestro caso son los rincones, los trabajos, los cuentos, los murales, los cuadernos, las dramatizaciones, los dibujos, los cánticos... Ha sido necesaria mayor dedicación, más repetición y más esfuerzo, pero al final merece la pena, está el aula más bonita, es más alegre y divertida. Siempre queda alguna rezagada, alguna que florece a última hora cuando las otras están ya casi maduras, ha sido necesario más calor, más cuidados, más ternura, pero al final, aunque perezosa, aparece cuando ya parecía que la primavera se escondía y que el verano llegaba. El calor de todos los días, el esfuerzo y e/ trabajo continuado ha vencido.

Las ilusiones dormidas, aletargadas por el frío del invierno, aparecen también en primavera en /a gente de mi clase social. Las reivindicaciones, los deseos de justicia aparecen nuevamente en las calles. Se despiertan ilusiones que se habían dado por dormidas, la gente reclama, la gente protesta. Aparece nuevamente la esperanza, se piensa en un mundo mejor. Durante el invierno se estuvo demasiado tiempo dormido, pesaba más el desánimo, el desaliento, ahora brota la vida y no se puede apagar la ilusión.

Los problemas, largamente negociados en los gélidos días de invierno, no se han resuelto aún. Las negociaciones se han convertido en una maraña que no acaba nunca, los problemas sociales no merecen prisa para quien no los padece. Por eso las negociaciones se alargan, las patronales retrasan intencionadamente las firmas de los convenios, y las personas que trabajan se cansan, despiertan, se dan cuenta de que la vida cuesta hoy más que ayer, que el salario es el mismo y que el trabajo cada día se hace más duro. Los recortes sociales se empiezan a sufrir, comienzan a aparecer problemas para mantener incluso el puesto de trabajo.

En Educación, lo falta de presupuesto moviliza a la sociedad, la congelación del invierno perturba el ánimo de los trabajadores, en los centros se necesita más profesorado, pero en vez de aumentar las plantillas salen Órdenes Ministeriales en las que se reducen los puestos de trabajo, desaparecen, unidades, se amenaza con incrementar el número de alumnos por clase. Con el mismo salario a los docentes se les exige más y cada vez se responsabiliza más al profesor de los fracasos escolares. El Ministerio no ayuda, el Ministerio recorta, el Ministerio congela. La sociedad se inquieta, se moviliza y protesta en primavera.

En los demás sectores sucede lo mismo, el Gobierno congela los salarios al personal que depende de los P.G.E.; el Gobierno no ayuda. Las patronales toman nota e intentan congelar también los salarios a sus trabajadores, los convenios no se negocian satisfactoriamente, las subidas salariales son mínimas, las mejoras sociales no existen.

Por eso aumentan las protestas en todos los sectores, la clase trabajadora sale a la calle en primavera. Y en primavera celebramos la fiesta de la reivindicación de los trabajadores. El Primero de Mayo llenamos las calles con tonos festivos reclamando solidaridad, igualdad y trabajo.

El hielo tardío a veces corta el fruto de una primavera florida. A los de mi clase les cortan demasiadas veces la posibilidad de dar fruto. A unos al salir del aula, al llegar a sus casas y encender los televisores. A otros con una noticia de la unión monetaria, de la convergencia, de la competitividad... Les intentan convencer de la necesidad de sacrificar por este año el fruto que reclaman sus flores. Pero lo esperanza no se pierde, y año tras año vuelven a florecer las reivindicaciones y la lucha, sabiendo que habrá temporadas en los que se recojan los frutos jugosos que nos beneficien a todos.