En el doble sentido
Mi clase es el aula donde trabajo y
las gentes con las que convivo. Son los niños a los que enseño y las personas a
las que estoy unido. Escribo desde mi clase, en el doble sentido de la palabra,
para que nadie comience a leerme con dudas, para ser claro desde el primer
párrafo.
Antonio García
Mi
clase es un rincón perfectamente definido, por cuatro paredes limitada, rodeada
de ventanas, corchos dibujos y murales. Por muchas caras inocentes adornado,
lleno de ruido y colorido. En ella se esconden sensaciones y se forjan sueños.
Un lugar muchas veces olvidado, valorado insuficientemente, por alguna gente cuestionado, el lugar del trabajo, de la ilusión, del
murmullo y del suspiro.
Es mi
clase, es mi escuela, a la que vuelvo después de diez años de ausencia. Antes
era un espacio grande, por cuarenta niños ocupado; ahora es un salón más
reducido, con veinticinco caras asomadas a la ventana del futuro. Son las
mismas caras, las mismas risas y los mismos llantos. Las madres a la entrada,
las madres a la salida. La tiza, la palabra, el canto y la fatiga.
Mi
clase es el futuro y la esperanza. En mi vuelta la he encontrado más pequeña y
más dormida. He hallado caras nuevas, caras de niñas que antes estaban
prohibidas. El trabajo diario es tan necesario como antes.
Mi
clase es también un espacio social, difícilmente definido. Antes era más claro:
la clase trabajadora frente a la explotadora. No había dudas. Ahora es
fácilmente cuestionada: las clases -dicen- están pasadas de moda, la lucha de
clases no existe, el concepto de clases está ya superado. Pero yo lo siento
cuando me cruzo con el que trabaja y con el que está parado, con el que estudia
y con el marginado, con el extranjero y con el mal contratado.
Mi
clase sólo quiere trabajar para vivir decentemente, sin pretensión de hacer
negocio, ni de subir a costa de otro. Ahí están metidos los que tienen un
trabajo y los que lo buscan, los que cobran paro, los jubilados, el estudiante
idealista y el artista honrado, el intelectual desinteresado y el bohemio
marginado.
Diez
años practicando el sindicalismo de clase te confortan, te despejan las dudas. La
lucha está ahí, en cada convenio, en cada artículo, en cada párrafo, en cada
puesto de trabajo y en cada ley que te oprime. Cada día se presenta más escondida
y más difícil, la maraña social en que vivimos actualmente lo confunde todo,
las relaciones sociales cada vez son más complejas y cada vez quieren que
pensemos menos en ellas, que las dejemos en manos de profesionales y expertos,
que les demos la espalda y que nos olvidemos.
Las
puertas de mi clase están todas abiertas a un hermoso patio donde nos juntamos.
Jugamos, corremos y saltamos, intercambiamos experiencias y nos educamos.
Aprendemos los unos de los otros, compartimos problemas y buscamos soluciones. No
cerramos ventanas, no apartamos a nadie, todos reflexionamos. En mi clase
procuro que no haya enfrentamientos, les hablo de la tolerancia, de escucharse
unos a otros, de dejarse sus cosas y de ayudarse. No quiero una clase dividida,
les quiero unidos, jugando los unos y animando los otros.
No me
siento extraño al volver a mi clase, creo que es el lugar de donde nunca he
salido. Reconozco las caras, las miradas, las risas y las peleas; sólo cambian
los nombres, que a veces recuerdan a otros, ya mayores, que un día te
encuentras por la calle o en el metro, te saludan, te cuentan su vida y te
hacen un poco más viejo.
Mi
clase social quiero que sea abierta. Abierta al diálogo, a la libertad, a la
democracia, a la vida pacífica, al respeto, al progreso. Nunca cerrada ni
aislada, siempre solidaria. Y la quiero unida, nunca dividida ni enfrentada. Mi
clase no pretende el conflicto, pero no tolera la humillación, la explotación
ni la burla.
Desde
mi clase quiero que mis reflexiones lleguen a la gente, quiero respetar y ser
respetado, quiero simplemente utilizar el papel y la pluma para expresar lo que
pienso, contrastar mis pensamientos y agradecer su lectura.
Antonio García Orejana ha estado 16
años dando clase en el aula (!970-86) y diez en
labores de dirección sindical, ocupando diversos cargos -entre otros, miembro
del Consejo de Redacción de esta revista-. Desde esta doble experiencia
iniciamos la publicación de una serie de artículos.