Marea verde

 

Antonio García

 

CAMISETAS verdes

lle   naron   las   plazas   de

Madrid,   las   calles,   los

bares... Miles de personas

recorrieron    cientos    de

kilómetros   portando   o

buscando    la    camiseta

verde.  “La  marea  verde  se

convirtió en tsunami” –portada del dia-

rio Público-. “España entera se ha pues-

to la camiseta verde” –viñeta de

El País

–.

Después de la multitudinaria mani-

festación  del  22  de  octubre  podemos

asegurar  que  la  sociedad  de  este  país

está  concienciada  de  la  importancia

de la defensa de la enseñanza pública

como  bien  fundamental  para  conse-

guir  la  igualdad  y  garantizar  el  dere-

cho  a  la  educación.  La  marea  está  en

marcha y nadie la va a parar.

La camiseta verde, de la lección en

la  plaza,  de  la  poesía  y  el  arte,  de  la

cultura y la educación, de la ilusión y

la  esperanza.  La  esperanza  verde,  no

la negra de los recortes, la negra de la

insolidaridad, del egoísmo, de la sepa-

ración, de la excelencia clasista... del

aguirrismo. La camiseta verde, la per-

seguida,  la  de  los  sindicalistas,  la  de

los socialistas, la de los comunistas, la

de los indignados, la de los de la ceja:

es la camiseta de la solidaridad frente

al acoso.

Frente  al  negocio  especulativo  de

Aguirre y sus amigos: de los paraísos fis-

cales,  de  las  desgravaciones  para  ricos,

de las asignaciones de las estaciones de

AVE próximas a los negocios de amigos

y  parientes.  ¡Viva  el  negocio  solidario

de  las  camisas  verdes!  La  pers

ona  que

acudió a realizar aquella prueba con la

camiseta verde y que fue expedientada

por llevarla puede estar muy orgullosa

de la respuesta solidaria recibida fren-

te a la indignidad y el acoso.

Y  las  acosadoras,  si  fuesen  huma-

nas, si moralmente tuviese la dignidad

de  las  personas  normales,  deberían

estar avergonzadas y arrepentidas.