Estado de bienestar y competitividad
Antonio García
SI QUEREMOS mantener el
estado de
bienestar debemos ser
más
competitivos: falso. Lo decía
el otro día una
tertuliana de esas
encargadas de
sacar las castañas
del fuego al
partido del Gobier-
no: “para salir
de la crisis y man-
tener el estado
de bienestar lo
que tenemos que
hacer es ser más competiti-
vos”.
Totalmente falso. Nos quieren engañar
con una
palabreja que nunca ha sido desen-
mascarada ni
suficientemente combatida. El
concepto
competitividad es belicoso e insoli-
dario y ya es hora de situarlo en el lugar
donde le
corresponde.
Competitividad
es la palabra clave del
liberalismo
salvaje, la están utilizando hasta
en la sopa y
nos la estamos dejando colar sin
ninguna
resistencia. Tomemos como ejemplo
cualquier país
asiático. ¿Para ser tan competi-
tivos como ellos, debemos tener la misma jor-
nada, las
mismas vacaciones, los mismos sala-
rios, las mismas coberturas de desempleo, la
misma edad de
jubilación... que ellos?
En
estas condiciones ¿vamos a mantener
nuestro estado
de bienestar o vamos a equipa-
rarnos al estado de bienestar suyo? No, no
queremos decir
eso, responderán; cuando
hablamos de
competitividad en la sociedad
europea, o más
en concreto en España, nos
estamos
refiriendo a competir con el resto de
los países
estando mejor cualificados. Quere-
mos competir teniendo mayores conocimien-
tos. Fabuloso,
estamos defendiendo que no so -
tros debemos ser listos y así podremos traba-
jar menos a costa de que los otros sean tontos
y trabajen más.
Este es
el término dulce que nos quieren
vender de la
competitividad. Seamos compe-
titivos gracias a la formación, pero los otros
no, porque si
los otros se hacen competitivos
también gracias
a su formación, entonces ya la
hemos liado.
No, competitividad, no gracias.
Solidaridad,
sí. Profesionalidad, sí. Cola-
boración, sí. Planificación, sí. Igualdad, sí.
Educación
y cualificación, sí. Distribución
justa de la
riqueza, incluido el trabajo y la for-
mación,
sí.