A Barcelona
Antonio García
POR LA carretera de Anda-
lucía. Vamos por buen cami-
no... No hay más remedio...
Es la única manera posible de
salir de la crisis.
Así se manifiesta el con-
ductor de un autobús que
para ir a Barcelona ha tomado
la carretera de Andalucía y ya
se encuentra a la altura de Ocaña. Es cier-
to que el anterior conductor cuando iba
por Aranjuez tampoco quiso reconocer su
equivocación: y así nos van las cosas.
Cierto que para ir a Barcelona hay que
tomar la primera rotonda y volver en
dirección contraria. Pero lo primero es
reconocer el error, de lo contrario llegare-
mos a Cádiz y tendremos que sustituir el
coche por el barco. Podemos estar segu-
ros, si no cambiamos de conductores:
tomaremos el barco. Navegaremos por el
Atlántico, doblaremos el cabo de Buena
Esperanza, pasaremos al Índico y seguire-
mos avanzando entre tempestades. Deja-
remos víctimas en el recorrido, pero segui-
rá siendo el único camino. Entraremos en
el Mar Rojo, cruzaremos el Canal de Suez
y avanzaremos por el Mediterráneo hasta
llegar... ¡a Barcelona!
“Veis cómo teníamos razón”, dirán
los conductores, si es que todavía viven,
a los pocos pasajeros supervivientes: no
había otro camino. Era necesario el sacri-
ficio: aumentar la jornada, reducir los
gastos sociales, recortar las expectativas
de vida. Eran imprescindibles para man-
tener el rumbo de la competitividad, del
desarrollo y del progreso.
Llegaremos a la recuperación y a la
creación de empleo, pero tendremos que
dar la vuelta al siglo XX, pasar por el largo
camino de su historia, por las depresiones,
por las dictaduras, por las revoluciones y
por las guerras. Para los conductores
seguirá siendo el único camino.
Pasajeros del autobús: bajaros cuanto
antes. La carretera de la solidaridad, de la
justicia social, del reparto justo de la
riqueza, de la paz y de la vida está en
sentido contrario.